Lección de un fotógrafo a un redactor en prácticas

En su blog Yo sobreviví a San Fermín 2014, ¿o no?, Jonan Basterra dedica su entrada del día 11 de julio a Javier Sesma, fotógrafo de Diario de Navarra. Entre otros halagos merecidos que recibe el bueno de Javier en el post, Jonan afirma con acierto que “es uno de los fotógrafos con mejor olfato periodístico” que conoce.

Me ha resultado imposible no recordar la lección que me dio Javier hace muchos años, cuando yo hacía prácticas veraniegas en Diario de Navarra. Sería el verano de 1989. Era viernes o sábado, hacia las  8 de la tarde en una redacción ya semidesierta (o así la recuerdo yo). El subdirector salió de su despacho apresurado porque le acababan de contar por teléfono que en el Valle de Ultzama, cansados de tanto recolector desaprensivo, iban a establecer un coto para la recogida de setas. Salimos para allá los dos en el coche de Javier Sesma, redactor en prácticas y fotógrafo experimentado, binomio que para un todavía estudiante siempre resultaba atractivo, más con un fotógrafo conversador y divertido como él.

Localizamos al alcalde del valle trabajando en su explotación ganadera y con muy, muy pocas ganas de hablar del tema. La noticia había llegado a los recolectores habituales, guipuzcoanos en su mayoría. Además del enfado, algunos le habían transmitido su deseo de acotar las playas cantábricas para impedir el disfrute de los navarros.

Anochecía, yo solo quería terminar pronto la entrevista y volver a la redacción. Cuaderno y boli en mano, no dejaba de hacer preguntas “de periodista” al alcalde: ¿Cuándo se ha tomado la decisión? ¿Por qué esta medida? ¿Qué opinan los vecinos? ¿Tanto daño hacen los recolectores de setas...? Todas en tono similar. El alcalde no solo no respondía, sino que cada vez se iba cerrando más en banda.



Javier Sesma, con la cámara colgada del hombro y ya consciente de que no iba a hacer ninguna fotografía, comenzó a hablar con el alcalde como un ciudadano normal, como si fuera un tipo que está paseando y entabla conversación con un vecino del valle. Le preguntaba sin mostrar curiosidad, como quien no necesita ni va a utilizar esa información más que para conocimiento propio. Y eso nos salvó. Poco a poco, el alcalde fue contándole todo: en qué consistía el acotamiento, cómo lo habían decidido, por qué, cuándo…

Contagiado por la mano izquierda de mi compañero fotógrafo, guardé discretamente cuaderno y boli en la mochila. Me dediqué a escuchar y a intentar retener en la memoria el mayor número de datos posible.

Aunque por mi trabajo he vuelto a coincidir con Javier Sesma en varias ocasiones, nunca le he agradecido esta lección. Sí, además de buen compañero, para mí Javier también fue un maestro.

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