Abucheos e insultos en el encierro

Este año, después de unos cuantos, he vuelto a la Plaza de Toros de Pamplona para presenciar el encierro. La puesta en escena no ha variado mucho de cómo la recordaba: una banda de música amenizando la espera y el tendido lleno de juventud trasnochadora con ganas todavía de diversión.

Segundos antes de que suene el cohete avisador de la salida de la manada desde Santo Domingo, un grupo de personas -no más de una veintena- entra corriendo por el callejón. El primer recibimiento sigue siendo como siempre: un fuerte y unánime abucheo desde las gradas. Además de silbidos y reproches, sobre estos primeros corredores empiezan a caer toda suerte de botellas y vasos de plástico, a pesar de los ruegos emitidos antes por la megafonía para que no se arrojaran objetos al ruedo.

Hasta aquí, nada nuevo. De repente, un grupo del tendido empieza a gritar “hijos de p...”, señalando con el índice a los recién llegados. Sorprendentemente, la mayoría del público -no todo, como es lógico- secunda el insulto, formulado con ese ritmo tan propio de los campos de fútbol.


Cuesta entender una manifestación de odio tan gratuita hacia unas personas a quienes sólo cabría reprochar su falta de valentía. Nadie esperaba que les recibiesen con insultos como “cobardicas” o “gallinas”, pero de ahí a atribuir a sus madres una profesión tan poco decorosa media un buen trecho.

Y tampoco se comprende qué autoridad moral respalda a quienes presencian el encierro desde el otro lado de la barrera para censurar la falta de valor de los demás. Encontrarse en un lugar por el que antes de dos minutos galoparán seis toros de 600 kilos es, al menos para mí, un acto heroico.

Sería interesante saber cuántos de los que increpan a estos “prudentes” corredores han sentido en su espalda el aliento de un toro. Quizá, insultar desaforadamente a los primeros en llegar a la plaza no sea más que una forma de expresar la frustración personal de aquellos a quienes el miedo les impide correr el encierro. Y son incapaces de reconocerlo.

Comentarios