¿Quién me habrá mandado a mí?

(Esta fue la historia que, sin éxito alguno, presenté al último Certamen de Microrrelatos de San Fermín):


- ¿Quién me habrá mandado a mí meterme en esto?, pensó.

Sentía frío, el estómago revuelto y un ligero temblor incontrolado que iba saltando caprichosamente de una zona a otra de su cuerpo.

Volvió a oír a lo lejos el cántico de los mozos pidiendo protección al santo. Aunque de niña disfrutaba imitándoles, ahora aquellas voces le intranquilizaban. Y confirmar que ya era el segundo, todavía le inquietaba más.

No sabía a dónde mirar. Apoyó el brazo derecho en un tablón del vallado y descansó su cabeza sobre él, intentado en vano encontrar sosiego. Respiró profundamente mirando al suelo, tratando de alejar su mente de aquel escenario. Imposible. Volvía a recordar la imagen de aquel norteamericano que un toro arrastraba empitonado durante varios metros.

Mientras procuraba serenarse enumerando las experiencias de sus compañeros de universidad que le habían precedido sin percances, oyó el tercer y último cántico. Poco más pudo pensar antes de que una corriente imparable se llevara toda la calle por delante.

Hubo suerte en su tramo: sólo dos heridos, contusionados leves. Tras atenderlos, se acercó al responsable del puesto de socorro para decirle que jamás volvería como enfermera voluntaria a un encierro. No podía sufrir así otras siete mañanas.

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