El Camino del Cid: un viaje por el pasado

Cuando quiero explicar de qué manera tan significativa ha aumentado en los últimos años el número de personas que hace el Camino de Santiago, recurro a una anécdota de hace tres décadas. Era uno de mis primeros reportajes, todavía como estudiante de Periodismo, en el que escribía sobre la ruta jacobea a su paso por Puente la Reina (Navarra). Aunque hoy parecería un reportaje fácil de ilustrar con fotos de peregrinos cruzando el puente románico -incluso quizá demasiados en algunas horas-, entonces pasé casi dos días apostado a la entrada del puente sin que pasara ninguno. Y era verano. 

La anécdota ha vuelto a mi memoria esta pasada Semana Santa, mientras recorríamos parte del Camino del Cid, en concreto etapas de la ruta conocida como La conquista de Valencia que discurren por Teruel. Después de caminar más de 19 kilómetros sin coincidir con nadie, concluimos que así debió de ser años atrás el Camino de Santiago. También nos preguntamos si tal sobredosis de soledad podía guardar relación con el hecho de que estuviéramos atravesando una de las regiones de la ahora llamada España vaciada.

Eso sí, lo poco que hemos conocido del Camino del Cid (Cella-Mora de Rubielos), transmite muchas sensaciones de antaño. Y no solo porque resulte sencillo imaginar a Rodrigo Díaz de Vivar y su mesnada en muchos puntos de la ruta, sino también porque retrotrae al espíritu aventurero del caminante de tiempos anteriores, que dependía tan solo de sus fuerzas y recursos. 

Muy bien señalizado en su recorrido senderista, el Camino del Cid es también un viaje de contrastes. Tan pronto te sitúa ante un aeropuerto, el de Teruel-Caudé, repleto de aviones a la espera de revisiones de mantenimiento, como te sumerge en la riqueza mudéjar de la capital turolense o te conduce por el lecho de un río casi seco que forma parte de la ruta. 

Aunque todavía no es muy conocido -o precisamente por eso-, las diferentes rutas del Camino del Cid se perfilan como una opción recomendable para los amantes del senderismo que huyen de las aglomeraciones y buscan algo más que el contacto con la naturaleza.